Quedas a charlar un rato, para ver por donde van los tiros, para estrechar relaciones inexistentes, para preguntar por un tema específico, para arañar una noticia … Ellos también esperan sacar algo del encuentro. Como por ejemplo, influir en tu artículo, ‘venderte’ una visión concreta, desvelar los puntos oscuros de un enemigo -por supuesto, colega de partido- o simplemente saber qué se dice de ellos. La excusa es tomar un café o el aperitivo. También puedes quedar a comer pero a los restaurantes ya dedicaremos otro post. Tu preguntas, ¿dónde quedamos?. Y el 99% de las veces, te citan en la cafetería de un hotel.
Para escribir este artículo he consultado a algunos políticos. ¿Por qué os gustan tanto los hoteles?. La respuesta ha sido unanime: “¿Y dónde vamos a quedar si no? Dime otro sitio tranquilo y discreto para vernos”. Se me ocurren multitud de cafés y bares, pero ya se que no encajan con las virtudes que encuentran en un hotel. “Es más cómodo, más confortable, hay menos ruido que en una cafetería y nadie te va a abordar en caso de que te reconozca”, explica un ex ministro socialista. Tiene razón, aunque hace unas semanas en la cafetería de un hotel de cinco estrellas, casi le roban el móvil a una ex ministra con la que Ana Cañil y yo desayunábamos. Me permito añadir un argumento, que jamás reconocería ningún político: un entorno distinguido les procura más empaque que un bar de pinchos y les hace sentirse por encima del común de los mortales, lo que ven como una ventaja frente al interlocutor de turno.
“En los hoteles hay tranquilidad y silencio. Ahora con la crisis ya hay quienes han planteado en el partido la posibilidad de pasar las notas de sus desayunos de trabajo porque tomarte un café te cuesta un ojo de la cara”, nos cuenta una diputada del PP. Y es que a la hora de pagar, la cifra se dispara porque sentarse en un hotel a charlar tiene un precio alto. “Cuando quedo con algún colectivo -entiéndase lobby- procuro elegir una mesa cercana a un ventanal porque no tengo nada que ocultar”, señala un destacado dirigente popular. Elegir mesa también tiene su intríngulis. A veces, dejarte ver es una estrategia. Si es eso lo que buscan, el hotel ideal es el Urban. Ubicado en un edificio moderno, te das de bruces con su Glass Bar en cuanto sales por la puerta del Congreso de los Diputados que desemboca en la esquina de Cedaceros con la Carrera de San Jerónimo. Algún político me ha citado allí la primera vez, cuando todavía no había decidido si querría volver a quedar. Para cuando ya saben que les conviene verte -cada cual tendrá sus razones- se traslada el escenario a un lugar más discreto.
El Santo Mauro es el colmo de la discreción. Su cafetería da al jardín privado y la luz tenue obliga a fijarse descaradamente en los los pocas personas que toman el aperitivo. Pero claro, en un hotel tan elegante solo es posible cotillear con clase, como quien no quiere la cosa. Allí te citan tanto del PSOE como del PP cuando lo último que desean es encontrarse con nadie. Al estar situado en la calle Zurbano, la sede de Génova pilla a dos pasos. Luego está el circuito clásico, compuesto por el Palace, el VillaReal o el Ritz. A los diputados de renombre les priva citarte en uno de los tres, aunque para quedar en el Ritz hay que cruzar el Paseo del Prado y les da más pereza. La Rotonda del Palace gusta mucho a los políticos de CiU. José Acosta, el complejo dirigente de la Federación Socialista Madrileña (FSM), ahora conocida Partido Socialista de Madrid (PSM), forma parte de la decoración del Palace desde que el Hotel Suecia, situado en Marqués de Casa Riera, a espaldas del Congreso y hogar de Hemingway en los años 50, cerró en el 2006. Cuenta la leyenda que el Suecia era la sede extraoficial de los guerristas y la mitad de conspiraciones de aquellos años se fraguaron en su bar.
Más alejados del Congreso, el Hotel Wellington y el Hotel Velázquez son también centros de reunión. El Wellington, en la calle Velázquez nº8, es el sitio en el que Felipe González, que vive muy cerca, desayuna habitualmente y soluciona algunos asuntos. Otro que pasa más tiempo allí que en su despacho de Telefónica es Eduardo Zaplana. A Aznar le gusta especialmente para organizar los actos de FAES. Y a los políticos que no frecuentan el Congreso, les parece perfecto para un café. El Velázquez, en el 62 de esa misma calle, es otra opción, menos vistosa pero más segura.
Una sugerencia ahora que empieza el buen tiempo. En el Palacio de Cibeles, a tiro de piedra del Congreso, acaban de inaugurar restaurante y cafetería con hermosas vistas de Cibeles. No es un hotel, ya lo se. Pero sirve para todos aquellos que quieran desengancharse de tanto hotel.
Ah, y que conste que a los empresarios también son proclives a quedar en los hoteles.
Jajajaa…qué post más divertido! Hace poco que os sigo, en realidad no se ni cómo di con vuestra web, pero suelo pasarme bastante a menudo a ver qué contáis. Espero vuestro post de los restaurantes. Saludos cordiales.
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