Por Pilar Portero
Eres parado. No tienes de que avergonzarte. Qué se les caiga la cara a los ‘otros’ al verte. Ya no tienes nombre. Sólo eres un número. No hay que traer autobuses cargados de manifestantes a Madrid, como hicieron ayer Cándido Méndez (UGT) y Toxo (CCOO) para manifestarse contra la patronal en un guiño a ZP. Llegan tarde. Ya no necesitas que ningún sindicato en estado terminal te represente. Saca pecho. Qué tiemblen al comprender que la cifra es de millones.

Más de cuatro millones y medio de parados comparten la sensación de haber sido expulsados de la sociedad. Ex-directores generales, ex-fontaneros, ex-diseñadores, ex-periodistas… que guardan incomprensible silencio social y que sólo se encuentran realmente cómodos cuando se topan con otro de su misma especie. Por supuesto que no todos los parados son iguales, tampoco lo son los votantes del PSOE, ni los fans de Madonna, ni los adictos a la coca. Ellos no lo saben, pero los sindicatos, los empresarios, los trabajadores y los políticos les tienen miedo, un pavor tremendo. ¿Y si se organizan? ¿Y si exigen recuperar su empleo, su vida anterior? Joder, piensalo un momento. Provoca escalofríos. Así que tácitamente se les administra su dosis. Unas gotas de esperanza: “En cuanto haya un hueco, te llamaremos”.

Advertencia: Los parados pensamos. Tenemos ideas -demasiadas, porque nos sobra tiempo-. Y estamos en ello. Sin movernos de casa, la vamos a liar.